she had only one more dance

jueves, 25 de marzo de 2010

Domingo, 13 de diciembrede 1942.
Querida Kitty:
Estoy cómodamente instalada en la oficina principal, mirando por la ventana a través de la rendija del cortinaje. Estoy en la penumbra pero aun hay suficiente luz para escribirte.
Es curioso ver pasar a la gente, parece que todos llevaran muchísima prisa y andubieran pegando tropezones. Y las bicicletas, bueno, ¡esas si que pasan a un ritmo vertiginoso! Ni siquiera puedo ver que clase de individuo va montado en ellas. La gente del barrio no tiene muy buen aspecto, y sobre todo los niños estan tan sucios que da asco tocarlos. Son verdaderos barriobajeros, con los mocos colgándoles de la nariz. Cuando hablan, casi no entiendo lo que dicen.
Ayer por la tarde, Margot y yo estábamos aquí bañándonos y le dije:
-¿Qué pasaría si con una caña de pescar pescáramos a los niños que pasan por aquí, uno por uno, les laváramos y arregláramos la ropa y volviéramos a soltarlos?
-Mañana estarian igual de mugrientos y con la ropa igual de rota que antes.
Pero basta ya de tonterías, que también se ven otras cosas: coches, barcos y la lluvia. Oigo pasar el tranvía y a los niños, y me divierto.
Nuestros pensamientos varian tan poco como nosotros mismos. Pasan de los judíos a la comida y de la comida a la política, como en un tiovivo. Entre paréntesis, hablando de judíos: ayer, mirando por entre las cortinas, y como si se tratara de una de las maravillas del mundo, vi pasar a dos judíos. Fue una sensación tan extraña... como si los hubiera traicionado y estuviera espiando su desgracia.
Justo enfrente de aquí hay un barco vivienda en el que viven el patrón con su mujer y sus hijos. Tienen uno de esos perritos ladradores, que aquí todos conocemos por sus ladridos y por el rabo en alto, que es lo único que sobresale cuando recorre el barco.
¡Uf! Ha empezado a llover y la mayoria de la gente se ha escondido bajo sus paraguas. Ya no veo más que gabardinas y a veces la parte de atras de alguna cabeza con gorro. En realidad no hace falta ver más. A las mujeres ya casi me las conozco de memoria: hinchadas de tanto comer patatas, con un abrigo rojo o verde, con zapatos de tacones desgastados, un bolso colgándoles del brazo, con un aire furioso o bonachón, según como estén de humor sus maridos.

Tu Ana.

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